Tú eres mi Dios, por eso te doy gracias; tú eres mi Dios, por eso te exalto. Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre. (Salmo 118:28-29)

Fotorech/Daniel Reche

Así como el cuerpo necesita de ejercicio físico para mantenerse saludable, nuestra alma necesita de la presencia de Dios. Al cultivar un corazón lleno de gratitud a Dios nos preparamos para recibir el derramamiento del Espíritu Santo. A través de la alabanza y de la oración recibimos de parte de Dios su Espíritu Santo que alimenta nuestra alma.

La persona agradecida a Dios se siente más liviana y dispuesta, tal y como sucede con los que practican el ejercicio físico. Aquel que no practica ningún tipo de actividad tiende a sentirse indispuesto y desanimado. Sucede lo mismo con los que no tienen un corazón agradecido hacia Dios: les ataca la baja estima y les falta perspectiva.

Pero siempre hay la oportunidad de volver a comenzar y Dios está siempre dispuesto a ofrecerla. Él es misericordioso y quiere hacer lo mejor en nosotros. Anímate, practica ejercicios, no solo físicos sino más del Espíritu. Alaba a Dios y ten una mente liviana y un corazón dispuesto.

¡Ejercita tu alma!

Para orar

Señor, ¡es tan bueno decir tu nombre! Tú eres maravilloso. Mi corazón se llena de paz y calma al pensar en tu amor. Amor perfecto y probado. Muchas gracias por colocarme en tus atrios, tu Palabra me guía. ¡Te amo, Dios! Amén.

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