Devocionales

Por Un Pelo Resbaló

Alguna vez has escuchado esa canción que dice: -Yo tenía, yo tenía, un piojito peludo que vivía en mi cabeza, y por un pelo resbaló-

Una canción muy extraña que nos cantaban en el prescolar, pero que hoy conversando con alguien se me venía y por supuesto sonreía al recordarla.

En mi país usan mucho esa frase:

–Si me lo dejas un pelo más económico entonces sí lo compro-, -Voy a llegar un pelo tarde-

Así que ese “Pelo” tomó un sentido distinto. Ahora en algunos casos es una unidad de medida, o sencillamente cambiamos el “Por poco” a “Por un pelo”.

Quizás a nosotros nos puede pasar así. Por un pelo, por poquito, por un descuido, resbalamos y caemos, y eso era lo que me hacía sonreír.

Aunque la canción tenía poco sentido para niños pequeños, en ese momento tomó para mí un sentido diferente al pensar: –No te permitas resbalar por un pelo-.

Y para que esto suceda, tenemos que estar demasiado confiados para descuidarnos por un momento, y ése sería el pelo por el cual resbalaríamos, y que debemos prevenir.

Puedes tener mucho tiempo en el evangelio, o conocer de Dios en gran manera, pero aún así no podemos confiarnos de que nunca resbalaremos, porque al final del día somos humanos y nuestra naturaleza lleva consigo la equivocación incluida.

1 Corintios 10:12 dice:
         “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.”

Y por eso cada día tenemos la oportunidad de acercarnos a Dios y decirle: -Hoy necesito de Ti Papá, más que nunca necesito que me ayudes a mantenerme firme-

Esto no significa que estaremos con paranoia de que posiblemente en cualquier momento caeremos. Sino más bien que recordemos que es posible que resbalemos, pero Dios está allí para ayudarnos a levantarnos.

Por más firme que creamos estar, no nos confiemos, no sea que a futuro y por creer estar firme alguien diga -Por un pelo resbaló-

¿Y cómo podremos hacer eso?

Buscando de El cada día, en palabra, en oración, en intimidad, reconociendo que tenemos debilidades, pero que Él se hace fuerte en esas debilidades. Sin dar por sentado que ya estás graduado de ser hijo de Dios. Porque esto mi querido lector, solo ocurrirá cuando estemos cara a cara con Jesús.

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