La dicha del perdón
A menudo el sentimiento de culpa y dolor se apodera de la persona una vez que dice o hace algo que no está bien, en ocasiones la persona se siente atormentada e indigna y los pensamientos se apoderan de ella. Sin embargo hay una solución y es el confesar nuestros pecados, lo malo que hemos hecho y pedir perdón.
Dios en su gran misericordia es fiel y justo para perdonar nuestra iniquidad, por eso es importante que los pensamientos y sentimientos no se apoderen de ti.
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.” Salmos 32:1-2
Saber que Dios perdona nuestra transgresiones es algo maravilloso, eso refleja amor y misericordia de Él hacia nosotros. Entender que por medio de Cristo son lavadas nuestras vestiduras es algo extraordinario.
La dicha del perdón hace al ser humano feliz, porque el que ama perdona. Una persona que se siente perdonada siente paz consigo misma y con los demás; tiene seguridad de que todo está bien.
Cuando no confesamos nuestras iniquidades o transgresiones, nuestro espíritu se va debilitando e incluso nuestro cuerpo se ve afectado, ya que no practicamos la verdad. Podemos ver la condición en la que estaba David “Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día.” (Salmos 32:3)
¿Crees que Dios no puede perdonar lo que has hecho? ¿Piensas que hay pecados tan horribles que son imperdonables?
“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah” (Salmos 32:5)
No encubras tu iniquidad, es decir, tu injusticia o maldad. Cada vez que decides confesar a Dios tus pecados con un corazón y espíritu humillado, Él te perdonará. Dios conoce tu corazón y la intención con que dices y haces las cosas, siéntete feliz por tener la dicha del perdón.
Somos bienaventurados cuando Dios nos perdona, además quedas protegido, resguardado y borrado ese pecado cometido. ¡Cuán bello y hermoso es Dios!